El 26 de octubre de 1997, el escritor y periodista argentino Tomas Eloy
Martínez dio una conferencia en la asamblea de la Sociedad Interamericana de
Prensa (SIP), en la cual habló acerca de la importancia de la narración en el
periodismo. Mencionó que se ha descubierto que el arte de seducir y captar la
atención de los lectores de los periódicos para así poder competir con las
noticias de la televisión o de la radio radica en contar la noticia a través de
la experiencia de un individuo en particular, a partir de lo cual se construye
la realidad de los hechos.
De esta manera, el periodista nos indica que la mayoría de diarios se
encuentran liberándose de los paradigmas de responder a las seis preguntas
clásicas (qué, quién, dónde, cuándo y por qué) y del viejo mandato de la
pirámide invertida, pues ahora lo atractivo es contar la historia como un
cuento. Sin embargo, Eloy nos indica que no se trata de narrar por narrar
(imaginar o inventar), que no todos los reporteros tienen la habilidad de
narrar y que no todo tipo de noticia se puede narrar. Es así que para Eloy el
periodismo es un oficio extremadamente sensible, en el cual se tiene que
preguntar, indagar, conocer, dudar, confirmar varias veces los datos antes de
informar, pues esos son los verbos capitales de la profesión más arriesgada y
apasionante del mundo.
Dentro del discurso, también señaló que el periodismo en América Latina
está viviendo una difícil situación, pues este viene sufriendo ataques y
amenazas a su libertad por parte de varios gobiernos democráticos, los cuales
emplean recursos más sutiles y tenaces. Frente a este hecho el autor de “Santa
Evita” recalcó que los periodistas no pertenecen a un partido político ni son
fiscales y que su poder moral reside en ser un testigo: acucioso, tenaz,
incorruptible, apasionado por la verdad, razón por la cual este se sitúa a
distancia de los hechos para así poder mostrárnoslos, revelárnoslos y
denunciarlos. Y todo esto solo se logra, según menciona Eloy, con la fidelidad
a uno mismo como persona y profesional, pues de esta nace la verdad.
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