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sábado, 22 de septiembre de 2012

Los cien primeros días del gobierno de Ollanta Humala


Texto escrito en noviembre del 2011

Los primeros días de gobierno de Ollanta Humala no estuvieron cargados de crisis ni de caos como muchos pronosticaron, ya que se decía que el país quedaría sometido por un discípulo de Chávez. La gestión y la cautela con las que nuestro actual jefe de gobierno ha manejado los múltiples casos públicos ha sorprendido a muchos, pero no ha colmado todas las expectativas. Las principales promesas que Humala realizó durante su campaña ya se vienen ejecutando. Tal es el caso de la creación del Ministerio de Desarrollo e inclusión social, el aumento sustancial de la contribución de las empresas mineras a través de un acuerdo de consenso, se ha avanzado en las negociaciones para dedicar de manera exclusiva las reservas de gas del proyecto Camisea al mercado interno peruano, se empezó con el proyecto de pensión 65 en el distrito de Yauli, en Huancavelica y además se inició la implementación del programa ‘Cuna más’.

A pesar de los avances en la realización de proyectos, no hay duda de que en el gobierno que dirige Ollanta Humala hace falta mayor organización y el planteamiento de estrategias especificas para que los objetivos del presidente se cumplan. No solo se trata de que el gobernante muestre buenos modales democráticos, sino también autoridad, decisión, capacidad para fijar un rumbo y mantenerlo para que de esta manera no se repitan escándalos como los de Anicama, Romero, Garcia Naranjo y Chehade.

La popularidad del presidente es de 62% según un sondeo de la consultora Ipsos Apoyo divulgado en octubre, superior al 59% de popularidad que tenía su antecesor Alan García (2006-2011) al cumplir 100 días de gestión y al 42% de Alejandro Toledo (2001-2006) en el mismo período. El que la aprobación de la gestión de Humala sea mayor a la de sus antecesores nos indica un respaldo de varios sectores sociales del país, pero no una aprobación contundente. Y esto posiblemente porque los diferentes grupos de la población sienten que no existe una tendencia a beneficiar un sector económico sobre otro, y es quizá, ese equilibrio - si es que se mantiene- el que pueda lograr el desarrollo competitivo de todos los ciudadanos peruanos.

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